La miel de acacia es un verdadero regalo de la naturaleza para prevenir enfermedades, mejorar la digestión y endulzar todo tipo de postres, dulces e infusiones. Su color es claro y amarillento, con un sabor dulce y muy neutro, por lo que podemos emplearla como edulcorante natural sin alterar el sabor de los platos o bebidas. Su cristalización es muy lenta y en cristales muy finos, aunque se puede calentar al baño maría a menos de 40ºC para conseguir una textura más fluida. Tiene un aroma delicado, florido y muy sutil.
El índice glucémico de la miel de acacia es muy bajo, sólo de 32, cuando en el resto de las mieles este índice oscila entre 60 y 80. En el caso del azúcar tenemos que hablar de un índice glucémico de 70. Esto nos ayuda, por tanto, a perder peso y reducir el almacenamiento de grasa. Gracias a ello esta miel está recomendada para personas que padecen de diabetes, ya que no provoca picos de glucosa en sangre. Además de estas propiedades, la miel de acacia tiene cualidades calmantes y reconstituyentes.
La miel de acacia también ayuda a regular el tránsito intestinal y a tratar el estreñimiento por sus cualidades como laxante. Por ello es ideal para personas que padecen problemas intestinales como tránsito lento. Una infusión de manzanilla con miel de acacia facilita la digestión después de las comidas y previene la aparición de flatulencias y otros inconvenientes derivados de una mala digestión. Su consumo también está indicado para asimilar otros alimentos como la leche. Además, al igual que otras mieles, esta variedad posee importantes propiedades antisépticas y antibacterianas, que combaten problemas relacionados con el aparato respiratorio, sobre todo durante los constipados. Una o dos cucharadas de esta miel con un vaso de leche caliente o una infusión combate la tos, la congestión nasal, la mucosidad y los picores de garganta.