El tomillo es una de las hierbas aromáticas más versátiles y apreciadas de la cocina mediterránea. Tiene un olor agradable, silvestre y algo terroso, así como un sabor ligeramente picante, con tonos que recuerdan a la menta y al clavo. La mejor forma de consumirlo es seco, ya que mantiene todo su aroma y sabor y permite su conservación durante largos periodos de tiempo. Al contrario que otras hierbas, que pueden terminar amargando, el tomillo soporta a la perfección largos tiempos de cocción. Es una especia ideal para verduras, arroces, guisos, carnes, caldos, pescados y casi cualquier tipo de alimento. Potencia el sabor del vino tinto y de los quesos y combina especialmente bien con otros condimentos como el ajo, la cebolla, el laurel, la lavanda, la albahaca o el perejil.
Este aromatizante natural es ideal para hacer las legumbres menos flatulentas, ya que posee propiedades carminativas que previenen su aparición y facilitan su expulsión. El tomillo también es digestivo, por lo que evita las indigestiones, la hinchazón de tripa o los dolores de estómago. La mejor forma de aprovechar estas propiedades es tomar infusiones con hojas secas de esta hierba, sobre todo después de las comidas. También abre el apetito, por lo que es beneficioso en caso de anorexia.
El tomillo es rico en hierro, lo que ayuda a tratar la anemia. También es uno de los mejores antibióticos naturales que se conocen gracias a su alto contenido en timol. Y es que este aceite esencial es bactericida, plaguicida y fungicida, con grandes beneficios para el aparato digestivo y bucal, la piel, el cabello, el aparato respiratorio y el aparato urinario. Además, esta planta rebaja los dolores de la menstruación, trata las enfermedades reumáticas y los dolores de cabeza, activa la memoria y es tranquilizante. En casos de insomnio ayuda a conciliar el sueño.