Desde hace siglos el comino, tanto en grano como molido, se utiliza en la gastronomía de medio mundo para condimentar todo tipo de alimentos, especialmente carnes, panes, sopas, salsas, verduras, frutas, quesos y un largo etcétera. El motivo es el sabor tan característico de este apreciado condimento originario de Oriente Medio, que entró en España hace más de un milenio de la mano de los árabes. Las semillas de esta planta no sólo aportan aroma y sabor a casi cualquier preparación, sino que también pueden emplearse como remedio natural para tratar algunas afecciones gracias a sus propiedades medicinales y curativas. Las más conocidas hablan de su capacidad para reducir la generación de gases y favorecer su expulsión gracias a sus efectos carminativos.
El comino también es muy útil para prevenir flatulencias, enfermedades intestinales de origen parasitario, mejorar la digestión y abrir el apetito. Por todos estos beneficios es muy recomendable tomar una infusión con este ingrediente después de las comidas, sobre todo en el caso de digestiones pesadas y de comidas copiosas. Para ello basta con infusionar unos dos gramos de comino en una taza de agua caliente. Estas infusiones son útiles también para combatir enfermedades pulmonares y del aparato respiratorio, sobre todo si se acompaña con una cucharada de miel.
El comino molido o en polvo también destaca por ser un potente bactericida y por sus propiedades antimicrobianas, que lo convierten en una buena solución para combatir la placa bacteriana que causa la caries, la gingivitis y el mal aliento. Este condimento también sobresale como sedante, por lo que una infusión antes de ir a la cama nos ayudará a conciliar el sueño y a combatir el insomnio. El comino, además, aporta grandes cantidades de hierro, ya que una sola cucharadita cubre nada más y nada menos que el 20% de las necesidades diarias de hierro, tanto de un hombre como de una mujer.