El ajo molido, o en polvo, es un ingrediente que no puede faltar en ninguna cocina para enriquecer cualquier plato de una forma rápida y sencilla. Este condimento, que se obtiene después de moler los trozos de ajo previamente secados, ayuda a repartir su sabor de manera uniforme en platos recién cocinados, aportando así todo su sabor y aroma. Pero además de sabor, el ajo molido proporciona un sinfín de beneficios a nuestro organismo, ya que ayuda a combatir infecciones, tiene propiedades antihistamínicas, regula la presión arterial y el colesterol, es anticoagulante y posee cualidades antioxidantes y antiinflamatorias.
Este ingrediente es ideal para sazonar carnes, pescados, verduras, cremas, sopas frías y un largo etcétera. De hecho es uno de los más utilizados en la cocina mediterránea, aunque su origen es asiático. China, sin ir más lejos, es el mayor productor del mundo, con una producción que supera en 100 veces a la española. Su empleo de manera habitual nos ayuda a mejorar la circulación, ya que destaca por sus propiedades antitrombóticas. Los trombos están detrás de enfermedades como los infartos, las anginas de pecho, la arterosclerosis y otras enfermedades cardiovasculares, por lo que su consumo previene la aparición de dolencias cardiacas y coronarias.
Pero aquí no terminan los beneficios de esta hortaliza, ya que también favorece la digestión, combate las reacciones alérgicas, elimina las lombrices y otros parásitos intestinales, estimula la acción de órganos como el hígado, el páncreas y la vesícula y previene el cáncer. Además, el ajo molido es un magnífico diurético, ideal para tratar la retención de líquidos. Por sus propiedades batericidas es utilizado para tratar infecciones del aparato respiratorio, digestivo y excretor. Por este motivo es un buen remedio casero en caso de gripe, resfriado, diarreas, cistitis, infecciones del oído medio, intoxicaciones alimentarias y un largo etcétera.